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Dios
y Padre nuestro, dueño de la mies, que suscitaste en la Iglesia
a tu sierva Magdalena Aulina para que, desde su consagración bautismal,
con los dones del Espíritu Santo, fuera testigo y pionera del laicado
consagrado; haz que, animados por su ejemplo y fortalecidos con su protección,
seamos sal que preserve, levadura que transforme el mundo y luz que lo
alumbre con la fuerza de las Bienaventuranzas de tu Hijo, y concédenos
la gracia que por tu intercesión te pedimos... Por Cristo nuestro
Señor. Así sea.
Padrenuestro, Avemaría,
Gloria |